domingo, 21 de noviembre de 2010

Tengo un amigo

No existe el debate. Ha muerto sepultado por los gritos y las ofensas. No hay argumento que pueda ser escuchado completo, ni elaboración que no sea interrumpida por la onda gruesa de los vocingleros. Y no piensen en Radio Marca o Sálvame o La Noria. Vayan a casa o al bar y hablen, elijan un tema y sáquenlo a la hora de la cerveza. Diga: yo votaré al PSOE, yo creo que Rajoy podrá solucionar esto, yo pienso que Mourinho es un buen entrenador o que Messi es el mejor jugador de la historia. No hay espacio para lo opinión y si me apuran, no hay espacio para el razonamiento. La paciencia se acorta y terminamos cayendo en el exabrupto o la boutade para llevar al paroxismo lo que en un principio pudo ser conversación templada. De las últimas técnicas para degollar argumentalmente al interlocutor hay una técnica infalible, inabordable. La llamaré “tengo un amigo que”.

Tras minutos de palabrería sosegada, de supuestos y ejemplos, y al parecer cansado de darnos la razón o rebatir lo incorrecto, uno de los improvisados tertulianos decide acabar con el tema esgrimiendo un caso particular, intratable por desconocimiento, y que pretende ir de lo individual a lo colectivo, es decir, sacar de una anécdota una conclusión universal y absoluta. Cuando todo está perdido sueltan un: yo tengo un amigo al que le pasó. Y añaden un largo y reflexivo silencio. Un directo a la mandíbula. Ejemplos recientes, muchos. Piensen en su día a día, salgan hoy a la calle y verá como ya son muchos los que se unen a esta nueva disciplina. Tengo un amigo al que le va bien, tengo un amigo al que le dieron a ayuda, tengo un amigo que lo conoce y le dijo eso que te estoy contando, tengo un amigo que ha cerrado su negocio, tengo un amigo al que se le murió la madre por culpa de ese señor al que tú defiendes con tanto ahínco.

Ya no existe el debate. Da pereza explicar lo que uno siente. Dan pereza los datos, la experiencia o las ilusiones depositadas en unos temas tan livianos como imprescindibles. La razón ahora la tienen los amigos, reales o no, que ya han vivido lo tratado y sentencian, por boca del interlocutor, el hilo que nosotros no querríamos aún cerrar.

2 comentarios:

  1. El principal motivo por el que no existe debate es que todos los interlocutores tienen(tenemos) una idea del tema totalmente inmutable,no es posible que cambien de idea debido a los argumentos del resto, por muy razonables y ciertos que sean.El debate se toma como una pelea entre unos y otros, que hay que ganar,y la única forma es defendiendo nuestra postura a toda costa, en vez de reconocer argumentos válidos del "contrario" y aplicárnoslos a nuestro propio punto de vista.

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  2. Una cosa que me enseñaron en clase de ética es que nunca empezara una conversación queriendo convencer a la parte contraria. Que me limitara a exponer mi punto de vista lo más atinadamente posible y que lo dejara ahí como si tal cosa. Es un principio.

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